La reciente negativa de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados a la Proposición no de Ley (PNL) presentada por el Partido Popular, que solicitaba apoyo financiero del Gobierno central al Consorcio para la Promoción de la Música de A Coruña, ha reavivado el debate sobre la desigual financiación de las orquestas sinfónicas en España.
Este consorcio, fundado en 1992, es responsable de la gestión de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) y de la Escuela Municipal de Música de A Coruña, y se financia principalmente a través del Ayuntamiento de A Coruña y la Xunta de Galicia, con aportaciones de la Diputación Provincial.
Durante la discusión parlamentaria, la diputada socialista recordó que fue su partido el que impulsó la creación de la OSG y criticó a la Xunta de Galicia, gobernada por el PP, por los recortes presupuestarios que han generado una deuda de 5,8 millones de euros en la agrupación.
En líneas generales, llama la atención que la percepción social sobre la importancia de las orquestas sinfónicas ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Mientras que en los años noventa del siglo pasado se consideraban un símbolo de prosperidad y desarrollo cultural, hoy en día, con demasiada frecuencia, se perciben como un lujo innecesario reservado a una élite, y su financiación ha dejado de ser una prioridad en las agendas políticas.
Fue precisamente en aquella época cuando surgieron la mayoría de las agrupaciones sinfónicas y auditorios que hoy disfrutamos, marcando un tímido acercamiento al nivel cultural de los países de nuestro entorno. Sin embargo, la comparación sigue siendo preocupante: mientras que en Alemania se financian 122 orquestas públicas, en España apenas contamos con 27, lo que evidencia una alarmante brecha en la inversión cultural.
Un ejemplo claro de esta tendencia es lo ocurrido en Aragón, donde se planteó la creación de una orquesta sinfónica con un presupuesto irrisorio, el cual abocaba al proyecto a la más absoluta precariedad. Posteriormente, con el cambio de gobierno, la iniciativa fue directamente descartada, dejando a la comunidad sin una agrupación que diera respuesta a la demanda cultural de la región.
La falta de apoyo a la cultura, y en particular a las orquestas sinfónicas, por parte de la clase política actual es preocupante. Es importante destacar que las orquestas sinfónicas requieren una inversión significativa, pero esta no debe considerarse un gasto superfluo, ya que estas instituciones actúan como transmisoras de nuestro legado cultural y patrimonio, además de ser generadoras de empleo y riqueza en las comunidades donde operan. Frente a un modelo de orquestas invitadas de tipo internacional, que, tras cobrar de nuestros presupuestos, vuelven a sus respectivos países sin crear aquí ninguna riqueza, nuestras orquestas generan toda una industria cultural alrededor, la cual permite alimentar a miles de familias.
El denominador común de la mayoría de las orquestas españolas es que todas ellas presentan carencias en su financiación. Muchos de sus presupuestos han quedado obsoletos y no cubren todas sus necesidades. La reciente renuncia del gerente de la OSG, Andrés Lacasa, debido a la constante lucha por la financiación, es un indicativo de las dificultades que sufrimos incluso las orquestas con presupuestos más elevados.
En relación con la PNL mencionada anteriormente, queremos dejar claro que es fundamental que las consejerías y entidades locales asuman sus responsabilidades en la financiación de las orquestas. Sin embargo, también es necesario que el Ministerio de Cultura colabore y brinde su apoyo, ya que, de continuar la tendencia actual, la subsistencia de estas instituciones a largo plazo está en riesgo.
Una delegación de la Junta Directiva de la Asociación de Músicos Profesionales de Orquestas Sinfónicas (AMPOS), mantuvo recientemente una reunión con el Ministerio de Cultura en la que, entre otras cuestiones, se propuso la creación de una partida presupuestaria dentro de los Presupuestos Generales del Estado para las 27 orquestas profesionales españolas, de manera similar a la subvención que reciben instituciones como el Teatro Real, el Liceu, el Palau de la Música Catalana, el Palau de les Arts o la Ópera de Bilbao (ABAO). Lamentablemente, no se albergaron grandes esperanzas como resultado de dicha reunión.
En el contexto social actual es imprescindible recordar las palabras de José Saramago: “La cultura es la única cosa que puede salvar a un pueblo.” Porque sin cultura, sin acceso al arte y la educación musical, la sociedad pierde su esencia y su capacidad de progreso. Sin orquestas, sin instituciones que fomenten el conocimiento y la sensibilidad artística, se empobrece el espíritu colectivo. La música es patrimonio de todos, y su supervivencia no puede depender de una visión cortoplacista o de prejuicios sin fundamento. Invertir en nuestras orquestas es invertir en la identidad y el futuro cultural de nuestro país, y es nuestro deber aunar fuerzas, con el fin de facilitar que nuestro arte llegue a toda la sociedad.
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