Ser músico profesional de orquesta conlleva unos horarios de trabajo un tanto atípicos, bastante diferentes al de una jornada laboral convencional. Ser músico implica no solo tocar las horas semanales de concierto, que son las más visibles para el público. Detrás de esas horas de concierto tan intensas, en las que el músico se entrega a fondo para ofrecer una interpretación del máximo nivel artístico, hay bastantes horas de trabajo conjunto desarrollado a lo largo de los ensayos orquestales.
Lo que mucha gente no sabe y debería conocer es que, previamente, ha habido un periodo de estudio individual de la partitura que se va a interpretar. Pero no solo esto: habría que pensar en todo el tiempo que el músico emplea consigo mismo, ya sea estudiando técnica o la literatura de su instrumento, con el fin de mantener el nivel de excelencia requerido para luego abordar su trabajo en la orquesta. No importa si hablamos de fines de semana, festivos o vacaciones. Siempre hay que mantener el nivel. Por lo tanto, el trabajo del músico va más allá de las horas de ensayo junto al resto de la orquesta.
Pero la actividad del músico de orquesta no consiste exclusivamente en tocar y tocar. Ser músico conlleva un acondicionamiento físico previo, paralelo al entrenamiento musical, que le permita enfrentarse a los retos que conlleva su profesión y eludir las temidas lesiones. Asimismo, tras el esfuerzo físico y mental que acarrea la interpretación, es preciso un trabajo de recuperación, necesitando periódicamente la ayuda de fisioterapeutas y otros profesionales de la salud, con el fin de contrarrestar la excesiva tensión muscular que su actividad conlleva.
Hay que recordar que los músicos disponen de otro instrumento aún más importante, que es su propio cuerpo. Ser músico, por tanto, implica una altísima exigencia física y mental, más parecida a la de un deportista de élite que a la de un trabajador de la administración. Porque, además de las consecuencias en el sistema musculoesquelético que conllevan los múltiples movimientos repetitivos realizados al tocar un instrumento, hay que añadir los efectos a nivel físico y psíquico que acarrea la continua exposición ante el público y los elevados niveles de concentración requeridos. Por tanto, podemos afirmar que tan importante como la actividad puramente musical es su correspondiente periodo de descanso y recuperación. De lo contrario, la salud tanto física como mental del músico se resentirá y el rendimiento musical y el resultado artístico se verán gravemente perjudicados.
En este punto hay que recalcar la importancia de las condiciones de trabajo, y cómo éstas pueden afectar a la salud física y mental de los músicos, influyendo finalmente en el rendimiento artístico. Una buena planificación por parte de la gerencia de las orquestas es crucial. Los horarios de ensayo deben ser racionales y el calendario de conciertos equilibrado. Los ensayos deben tener la duración justa, no demasiado prolongada, con los descansos correspondientes, puesto que lo que queremos es que el músico llegue en condiciones óptimas al concierto. De lo contrario, estaríamos aumentando la probabilidad del riesgo de lesiones y un empobrecimiento del resultado artístico. No puede haber una interpretación de calidad si el músico padece dolores o limitaciones. Por lo tanto, hay que cuidar a nuestros músicos sinfónicos, por su bien personal, ya que la salud individual es un derecho, y el bien de toda la orquesta.
Además, es esencial que la programación artística contemple una alternancia entre obras de gran plantilla y otras que requieran menos personal. Esta estrategia no solo permite una recuperación física y mental para los músicos, sino que también enriquece la oferta musical presentada al público. Un calendario que equilibre adecuadamente la carga de trabajo contribuye a mantener la excelencia interpretativa y a preservar la salud de los intérpretes a lo largo de la temporada.
Por todo lo expuesto anteriormente, consideramos un error el intento por parte del Director Gerente de la BOS de equiparar la jornada laboral de los músicos de orquesta con la de los trabajadores de la administración. La jornada del músico, en todo caso, debería parecerse mucho más a la de un futbolista profesional que a la de un funcionario. Debería constar de un periodo de entrenamiento, pero también del correspondiente descanso y recuperación. Ensayar más horas de la cuenta es totalmente contraproducente. Hay que anteponer la calidad a la cantidad.
En demasiadas ocasiones, este argumento de que los músicos no realizamos las mismas horas presenciales que el personal administrativo se utiliza como arma arrojadiza en las negociaciones por parte de las gerencias de las orquestas, demostrando con ello una preocupante ignorancia sobre la realidad del trabajo musical o, peor aún, una actitud de mala fe.
Animamos, por tanto, a quienes tienen la responsabilidad de gestionar nuestras orquestas, a abandonar este tipo de argumentos simplistas y a asumir de una vez por todas un compromiso real con la salud y el bienestar de los músicos. Solo así será posible alcanzar la excelencia artística que pueda garantizar interpretaciones de la máxima calidad para el público.
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