LUCHEMOS CONTRA EL LADO OSCURO DE LA FUERZA

Estos días estamos siendo testigos de todo un cúmulo de despropósitos ofrecido por una orquesta que está de gira y que se dedica a hacer conciertos de bandas sonoras de películas. Hablamos de la Hollywood Symphony Orchestra, agrupación gestionada por la promotora NK Producciones Artísticas, y que alterna distintos nombres según el programa musical ofrecido (cuando interpreta valses recibe el nombre de Strauss Festival Orchestra, etc). El revuelo ocasionado en las redes sociales por las numerosas quejas del público asistente a estos conciertos, sumado al testimonio valiente de uno de sus músicos, han despertado el interés de los medios de comunicación, consiguiendo que el asunto alcance una gran repercusión. Esto ha permitido dar a conocer al gran público las pésimas condiciones en que trabajan los músicos en este tipo de proyectos.

Pero todo esto no es nuevo, es solo un ejemplo más de precariedad, tan común en las “orquestas de bolo” de nuestro país. Con frecuencia, las empresas promotoras de conciertos privadas explotan a nuestros músicos aprovechándose de su vulnerabilidad, bien sea por las dificultades actuales de encontrar un trabajo estable o debido a la situación bélica de su país de origen. Caos organizativo, improvisación en la planificación, plantilla de músicos incompleta y variable, falta de ensayos, músicos que tocan por primera vez juntos en el concierto, espectáculos tras largas horas de autobús, dos conciertos en la misma tarde con un breve descanso, ausencia de contratos, bajos cachés… Todo esto ya lo reflejamos hace un año en nuestro artículo “Sinfonía de desigualdad: explotación laboral en las orquestas freelance”, el cual se puede leer en la sección de noticias de nuestra web y no parece que haya cambiado nada. Al mismo tiempo, la encuesta sobre la precariedad de los músicos freelance realizada junto a CCOO también nos proporcionó una radiografía sobre la situación real de este colectivo.

La novedad es que ahora está trascendiendo al público general qué puede haber detrás de una trompeta que desafina o unos arcos que no van juntos. Se tiende a pensar que la responsabilidad es del músico porque es el que está dando la cara, pero muchas veces el intérprete solo es la víctima de una ausencia de organización previa o de unas pésimas condiciones laborales, lo cual se ve reflejado irremediablemente en el resultado final ofrecido a un público que, en cierto modo y con razón, se siente estafado. Está claro que la precariedad en el día a día de los músicos, además de ser por sí misma injusta, repercute en la calidad artística y  hace que no se satisfagan las expectativas, máxime cuando hay unos precios de taquilla altos y está por medio una institución tan emblemática como el Liceu de Barcelona, del cual se espera un producto artístico de calidad.

Hay gente que se pregunta que por qué los músicos toleran estas condiciones, si son libres de participar en este tipo de proyectos o de abandonar cuando las cosas se tuercen.  La respuesta está en la ausencia de protección hacia el músico, para el cual muchas veces la única garantía de cobrar por su trabajo está en quedarse hasta el final de la gira, por la ausencia de un contrato vinculante y una legislación a la cual atenerse.  A esto se suma que  los músicos “díscolos” que reivindican sus derechos  se les expulsa o se deja de contar con ellos, como ha sucedido con el violonchelista que ha destapado en las redes sociales el caso mencionado.

Quizás ha llegado el momento de reivindicar la creación de un convenio sectorial que regule las condiciones laborales mínimas que se deben aplicar a nivel estatal con el fin de acabar de una vez por todas con la precariedad inherente a nuestra profesión. Para ello sería necesario la apertura de una mesa de negociación entre las organizaciones sindicales y  la patronal. No es comprensible que una profesión como la nuestra, con un alto nivel de especialización, se encuentre sin la protección de una legislación específica a nivel laboral más allá de las leyes generales como el Estatuto de los Trabajadores o el Real Decreto 2816/2012, modificado en el 5/2022. Ni los convenios particulares de las orquestas sinfónicas públicas ni el Estatuto del Artista ofrecen una protección frente a las situaciones de abuso laboral ejercidas por muchas promotoras privadas, de lo cual se aprovechan, por lo que apelamos a los responsables pertinentes para ponerse manos a la obra.

Asimismo, cabe plantearse qué tipo de responsabilidad tienen las salas de conciertos, especialmente las de carácter público. Nos preguntamos si los teatros y auditorios que programan este tipo de espectáculos no deberían velar por la calidad de los conciertos de producción externa cuando ceden o alquilan su espacio a terceros. En realidad, deberían promover la aplicación de los principios inspirados por el Código de Buenas Prácticas del INAEM, según el cual deben ofrecer un servicio público de calidad. Pero también nos cuestionamos si no deberían exigir unas condiciones laborales mínimas a sus “inquilinos” y que los artistas sean tratados con el respeto y dignidad que se merecen. El escándalo producido por este caso tan mediático está provocando la cancelación de conciertos en muchas ciudades. Incluso el Gran Teatre del Liceu se ha prestado a revisar los protocolos frente a producciones externas tras la crisis reputacional que se le avecinaba.

Este tema conecta también con el de la financiación pública. La falta de recursos económicos ocasionada por la infrafinanciación pública de teatros y auditorios provoca que muchas veces estas salas se vean obligadas a alquilar sus espacios a espectáculos de dudosa calidad, con el fin de asegurarse unos ingresos extra y balancear las cuentas.

Desde AMPOS hacemos un llamamiento a todos los responsables de la gestión y la organización de conciertos para combatir esta precariedad inherente a los músicos freelance y exigimos unas condiciones dignas y un respeto hacia nuestra profesión, velando así por la calidad musical y los derechos de nuestros artistas.

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