Desde AMPOS ( la Asociación de Músicos Profesionales de Orquestas Sinfónicas) queremos mostrar nuestro desacuerdo con la interrupción del proyecto de creación de la Orquesta Sinfónica de Aragón, que había sido iniciado en la legislatura autonómica anterior.
Asistimos con sorpresa a las declaraciones de Pedro Olloqui, actual Director General de Cultura de Aragón, quien defiende que no es necesaria una orquesta sinfónica para la región con los siguientes argumentos:
Desde nuestra asociación sí defendemos la necesidad de la creación de una orquesta sinfónica en Aragón. Aunque ya existen diferentes proyectos musicales, estos obedecen a iniciativas privadas. Aragón es una región muy extensa, con 1.349.000 habitantes , cuya población es de las pocas, junto a Castilla – La Mancha, Cantabria y La Rioja, que no tienen al menos una orquesta sinfónica pública. Esto significa que, si un habitante de Monzón o Alcañiz quiere escuchar a una orquesta sinfónica, deberá desplazarse más de 100 km si lo hace a Zaragoza, o más de 200 km si lo hace a ciudades como Pamplona, Barcelona o Valencia. Además, las 29 orquestas españolas no son tantas en comparación con las más de 120 orquestas profesionales alemanas financiadas públicamente.
Una orquesta sinfónica debe tener una sede principal en la cual asentarse para poder desarrollar su labor de ensayos, situar su sede administrativa, etc. Así mismo, un Auditorio como el de Zaragoza reúne los requisitos necesarios, además de tener una acústica privilegiada por la cual es conocido. Pero que una orquesta sinfónica tenga sede en la capital de la comunidad autónoma no significa que exclusivamente desarrolle su actividad en ella. El principal objetivo de una orquesta sinfónica de titularidad pública debe ser acercar la música clásica a los habitantes de toda la región. Y de ello tenemos diferentes ejemplos en otras comunidades, como la OSPA, la OEX, la OSIB o la OSCYL (entre otras), que dedican parte de su actividad a realizar conciertos en diferentes poblaciones de Asturias, Castilla y León, Extremadura o las Islas Baleares respectivamente. Pero no solo lo hacen a las
ciudades más pobladas, también acercan la música a poblaciones más pequeñas que tradicionalmente ha tenido menos oportunidad de escuchar música orquestal en directo. De esta forma, las orquestas sinfónicas se convierten en embajadoras culturales, permiten y facilitan el acceso a la música y, por tanto, a la cultura, a una población que en general lo tiene más difícil por su situación geográfica.
También hay que señalar el papel pedagógico que todas las orquestas españolas están realizando, con un acercamiento de la música culta a niño/as y adolescentes y destacar que una orquesta sinfónica se debe plantear como un servicio público hacia la ciudadanía, porque el acceso a la cultura también es un derecho.
Usar el argumento de que invertir en la creación de una orquesta sinfónica supone un agravio comparativo hacia el resto de disciplinas culturales es como afirmar: “cerremos los museos, bibliotecas y teatros, porque invertir dinero en ellos significa perjudicar al resto de manifestaciones culturales”. Es decir, es absurdo. Un político con un cargo público como el suyo debería tener como principal objetivo dedicarse a fomentar las diversas manifestaciones culturales, incluida la música.
Utilizar como excusa la imposibilidad de dar trabajo público a todos/as los profesionales aragoneses/as para no crear una orquesta sinfónica también es un argumento falaz. Entonces, siguiendo su “lógica”, el delegado de cultura también debería proponer cancelar las futuras oposiciones a educación, a sanidad y otras ofertas de empleo público en Aragón para evitar ser injusto con las demás profesiones, lo cual también sería absurdo.
Como ya se ha expuesto, una orquesta sinfónica para Aragón es necesaria desde el punto de vista cultural, pero también supone una posible oportunidad laboral para las personas formadas en los conservatorios de música aragoneses y del resto del país. Estos puestos de trabajo también revierten en la economía local, puesto que los trabajadores estarían afincados en el territorio, al contrario de los músicos de formaciones sinfónicas de fuera de la región.
Por todos estos motivos, desde nuestra asociación defendemos con rotundidad la puesta en marcha de una orquesta sinfónica pública, que esté dotada con un presupuesto adaptado a sus necesidades, que tenga una plantilla fija y estable, con el fin de crear un proyecto artístico de calidad y duradero, que responda a la demanda cultural de los aragoneses/as.
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